Luis Gasca posee un inmenso archivo de comics de todo tipo de estilos y géneros
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Hace algunas semanas se asomaba a la Galería Orión una exposición dedicada a Drácula, con la promesa de que su comisario, Luis Gasca se incorporaría a la constelación de personajes que, poco a poco, completa este blog. Pues aquí está.
En ocasiones, los adjetivos merecen un paso más allá de lo que otorga un vocablo. Decir que Luis Gasca (Donostia, 1933) es un apasionado de los comics es poco. Su colección suma más de 8.000 ejemplares. Y decir que es un hombre prolífico también se queda en la vaguedad. Ha ocupado puestos relevantes en agencias de publicidad y editoriales, ha trabajado en radio, televisión y cine, ha sido director del Zinemaldia en los años 1977, 1981, 1982 y 1983, ha impartido clases en diferentes universidades y ha sido autor o partícipe de más de 140 publicaciones, pero mejor que se hagan una idea del largo etcétera que engloba su actividad echando un vistazo a la siguiente dirección: www.photoaisa.com/AISAWeb/luisgasca/index.jsp.html. Doctor en Derecho, ejerció sólo nueve meses. “Fue todo el tiempo que necesité para darme cuenta de que, como decía el alcalde de Marinaleda, la justicia es un cachondeo”. Colgada la tersa y reluciente toga, inició la mencionada singladura profesional.
Me cito con él cuando acaba de regresar de París. “Siempre voy encantado. Es una ciudad de lujo para cualquier amante del cómic”. y en unos días va a Madrid a un homenaje que le rinde TVE a “Sarita” (dixit) Montiel. Vamos a paso ligero por las calles donostiarras hasta Reyes Católicos, donde se ubica el monumental archivo de comics. Se desenvuelve bien con el ratón y el teclado y confronta su memoria enciclopedia con los datos recogidos en las páginas web. “Wikipedia y otras páginas de consulta son poco rigurosas. Hay un montón de errores, incluidas fechas”, se lamenta y desconectamos.
Su despacho sólo contiene una pequeña biblioteca en la que se puede admirar el formidable Diccionario Literario Bompiani. Lo jugoso se guarda en el sótano bajo llave, los comics clasificados y guardados en armarios metálicos a un lado y otro de dos largos pasillos. Allí descansan en las condiciones ambientales más favorables tesoros forjados con tinta, papel y, sobre todo, el derroche imaginativo de sus autores. Descansan en su interior los personajes plegados a la espera de que alguien los rescate de su hibernación para saltar a la vida y transportar al lector a mundos sugestivos donde discurren las más apasionantes aventuras. La intención es convertir el espacio en sala de lectura y de consulta, además de investigación, exposiciones y proyecciones.
Las casualidades no existen y tarde o temprano el niño Luis Gasca se hubiera sumergido en el mundo del cómic, pero preguntado sobre la forma en la que se inició en la lectura de los tebeos, Gasca nos remite a un vecino de la infancia. “En el mismo portal vivía el responsable de la imprenta Nerecan que, por aquella época, era la que tiraba los tebeos. El domingo este vecino me regalaba el ejemplar semanal que saldría el martes siguiente. Así, llegaba yo a clase el lunes y ya sabía cómo seguía la historia antes que mis compañeros”. La información privilegiada siempre ha producido un dulce regusto, venga o no acompañada de los pingües beneficios que puede generar. Nos encontramos en los años 40 y la pregunta salta a la superficie como una boya sumergida. ¿La censura? “En los años 40 la censura incidía en los temas políticos, pero en los 60 y 70 llegó una oleada más fuerte, que afectaba a todos los órdenes. El famoso padre Vázquez fue un auténtico inquisidor de esa época. Recuerdo situaciones que la censura no podía tolerar como que los vikingos llegaran a América antes que los españoles o que los indios de Tex fumaran la pipa de la paz porque parecía una incitación al consumo de droga”. Este último es un ejemplo muy ilustrativo de cómo eran los censuradores quienes poseían mentes calenturientas y no los censurados.
Reivindicación del género
Existe la idea de que el cómic es literatura adolescente o juvenil, en algunos casos transición hacia la literatura adulta, con formato de texto, pero el espectro es universal. Vienen a la cabeza aquellas clases de bachillerato con el Cimoc o Víbora en el regazo, lectura furtiva a la fuerza so pena de acabar en el pasillo y, lo que era peor, con el ejemplar confiscado para regodeo del cura profesor. Así quedaban alumno y docente unidos por una misma lectura. La reivindicación del cómic como un tipo de literatura que merece el mismo tratamiento que cualquier otro recuerda a la misma que se produce en el cine con respecto al género de animación que, en los últimos años, merece una mayor consideración. “El cómic no tiene edad. Antes se llamaba tebeo y ese vocablo, “tebeo”, da el nombre genérico al tipo de literatura, sin más. Si realizamos un recorrido histórico, hay que recordar que el género tiene una derivación a principios del siglo 20 hacia las revistas humorísticas, con títulos como “La Traca”, “Fray Lazo” o “Buen humor”. Entonces las publicaciones comenzaron a combinar imagen y texto”.
El cómic como vanguardia
Cómic, literatura textual y cine forman un triángulo de interesantes conexiones. La literatura permite fabricar al lector sus propias imágenes y el cine tiene la capacidad de ofrecer un anclaje a la realidad a través de la imagen en movimiento. El cómic ofrece imágenes, pero estas son estáticas. ¿No es una desventaja? Gasca niega de plano el carácter estático de las viñetas. “Puedes llegar a analizar una viñeta y perderte en ella. Una sola imagen te puede contar mucho más que una película entera; los colores, los matices, los diferentes planos, personajes y la relación entre todos estos elementos son capaces de construir una historia dinámica. En este sentido, el cómic es vanguardia estética y es capaz de excitar el imaginario del lector como ningún otro canal”.
Gasca ahonda en esa visión vanguardista del cómic. “Los héroes han nacido en el papel y luego han pasado a la pantalla. Hacia 1902 ya había adaptaciones al cine de historias de comics. La diferencia era que esos experimentos pioneros eran genéricos de publicaciones que salían en Estados Unidos. Las adaptaciones eran muy fieles a los dibujos y, de hecho, los propios autores de los comics eran los que luego estaban al frente del producto cinematográfico. En los años 30 todo eso cambia y comienzan los seriales con bajo presupuesto, con adaptaciones más libres aunque respetan el vestuarios de los personajes. Más tarde el fenómeno se masifica y las adaptaciones dejan de ser fiel reflejo del original impreso. Tampoco creo que las obras que se llevan al cine tengan que ser necesariamente fieles. La última serie de películas de Batman me parece muy interesante”.
Por lo que respecta al texto, el género ofrece una lista interminable de términos que, más tarde, se han popularizado. En un cómic no existe la voz, se la imagina el propio lector, pero Gasca da una importancia vital a la voz, tanto en el cine como en la radio, medio este último en el que también se ha prodigado. “El doblaje me parece una aberración. Es increíble que Brad Pitt tenga que entrenar su dicción durante semanas para representar fielmente a un personajes de una comarca concreta y luego venga un señor con gafas y un papel y le ponga su voz. O, por ejemplo, los doblajes de los niños. La ley impide que los niños puedan ser dobladores y eso obliga a que todas las voces de niños sean realizadas por adultos de manera más o menos forzada”, se lamenta Gasca.
Héroes con debilidades
No podemos escapar de la histórica tentativa de clasificar a los personajes en unos pocos perfiles a modo de moldes, a partir de los cuales podía desplegarse una trama argumental completa. Mero corsé. Los seis personajes de la comedia en el Siglo de Oro (dama, galán, poderoso, viejo, gracioso y criada) con sus roles correspondientes tuvieron continuidad en el cine con diversas fórmulas como el bueno, el malo, el galán, la guapa, el tonto u otras pocas divisiones. En el caso que nos ocupa, el cómic no puede zafarse de las figuras de héroe y villano. Para Gasca es importante el trasvase de niveles, de lo sobrehumano con poderes increíbles (delicioso ingrediente de las lecturas infantiles) a lo humano (donde palpita el vínculo de implicación entre el personaje y el lector que le otorga movimiento). “Del héroe espero que tenga matices, fallos humanos por decirlo así. Quiero que tenga heridas, que se pase dos días enteros encerrado en casa y ver cómo le crece la barba. Por otro lado, espero momentos de humanidad en el villano. Y, por supuesto, nunca puede faltar el factor sorpresa”.
Dificultad en la distribución
Gasca fue fundador, junto al también donostiarra Javier Aranburu, de la editorial Burulan que a principios de los 70 rescató algunos de los clásicos y abrió una nueva vía a través de publicaciones bajo el título “Drácula”. También dirigió Pala, Sadko y fue asesor editorial de Ediciones B. Desde su experiencia, explica la diferencia entre el trabajo en una editorial convencional y una empresa dedicada a la edición de comics. “La particularidad radica en la distribución. Los comics se vendían únicamente en quioscos. Con la llegada de la novela gráfica en los años 70 surgen librerías y son locales especializados. Ahora la distribución se ha extendido y se puede encontrar un cómic en cualquier librería, pero comparte espacio con los demás géneros. El dueño lo puede poner en un lugar destacado de un estante, si considera que la obra lo merece, pero no le otorga esa dedicación que requiere. En Francia es otra cosa, allí se dedican mucho más al cuidado de esos circuitos de distribución concretos”, asegura Gasco.
Gasco es “papeldependiente” frente a las nuevas tecnologías. “El cómic digital va a traer una revolución de grandes dimensiones, pero rompe la magia del papel. Necesito el contacto con el papel, el olor de los libros, el marcador de páginas, volver las páginas”. No hay duda de que el valor iconográfico del cómic hace que el libro como objeto cotice al alza. Quizá el cómic se convierta en un futuro en un reducto de resistencia del papel, junto a bibliómanos empedernidos.
Una última pregunta lanzada sin mucha esperanza de pregunta concreta. ¿Su autor favorito? No lo duda. "Will Eisner".
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