Los canales de la memoria (III). Videla: la vuelta de la tortilla

Recuerdo perfectamente mi primera final de fútbol delante del televisor con los ojos obnubilados de un niño de once años. Mundial Argentina 78. Entonces, sólo vi un partido de fútbol y me alegré de la victoria de Argentina frente a Holanda, pero hubo más, mucho más. Videla logra la aclamación de los espectadores en un repleto estadio River Plate cuando el dictador militar vestido de paisano (la piel de cordero siempre a mano) entrega la Copa del Mundo al capitán Daniel Pasarella. A poca distancia, en la Plaza de Mayo y en ese mismo momento, se celebraba una manifestación en contra de la dictadura. Un amigo argentino que se encontraba en esa manifestación, muchos años después, me relató cómo un numeroso grupo de aficionados al fútbol increpó a los manifestantes por tratar de estropear con su conducta la alegría de una jornada como aquella, en la que la albiceleste había conseguido su primera Copa del Mundo.
La exarcebación de los valores patrios a través del fútbol provocó una insultante amnesia sobre los crímenes que se estaban produciendo en ese instante a lo largo de todo el país. La enorme y efectiva maquinaria propagandística del poder aplastó los gritos de los torturados, los sollozos de las víctimas, el silencio clamoroso de los desaparecidos, esos desaparecidos cuyo estatus tenía muy claro Videla. "Frente al desaparecido en tanto esté como tal, es una incógnita. Si el hombre apareciera tendría un tratamiento X y si la aparición se convirtiera en certeza de su fallecimiento, tiene un tratamiento Z. Pero mientras sea desaparecido no puede tener ningún tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está… ni muerto ni vivo, está desaparecido".
Ayer Videla se creía impune, hoy ha muerto en la cárcel. En el estado español, Franco y sus herederos ideológicos gobiernan y mueren en la cama. No hay vuelta de la tortilla.
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