Uno de mis primeros recuerdos relacionados con el terror se refiere a la figura de Drácula. Me remonto a la época preescolar, algunos parvulitos nos encontrábamos bajo la fachada de la parroquia del Corazón de María en Donostia. El acceso por cada uno de los dos laterales al interior de la iglesia estaba flanqueado por una doble puerta batiente, en medio de las cuales quedaba un habitáculo. Esa pequeña cámara oscura marcaba dos metros cuadrados de frontera entre la penumbra silenciosa del templo y la segura luminosidad de la calle. Transición, espacio atractivo e inquietante. El paso resultaba ideal para juegos de escondite o improvisar escenificaciones de exaltación terrorífica y así lo entendió mi buen amigo de juegos José Mari Conde quien, aunque solo fuera por influencia del apellido, comenzó a emular a Drácula desplegando una representación teatral con toda suerte de gritos, aspavientos y persecuciones. Abre y cierra puertas, entra y sal a la carrera, todos huyendo despavoridos de Conde y del conde, a su encuentro para luego batirnos en retirada. Fueron las primeras catas de ese placentero sabor proporcionado por un cosquilleo que surge de las vísceras, asciende por la garganta y escapa en un grito liberador. Pulsión ancestral que cruza océanos de tiempo, como el propio Drácula. Gracias a los dos, Conde y conde.
Hoy, en la Casa de Cultura de Okendo, que se encuentra a 100 metros de la parroquia de mis primeras correrías con los condes, cierro un círculo con la visita a la exposición sobre Drácula que se organiza con motivo de la Semana de Cine Fantástico y de Terror de Donostia y que permanecerá abierta hasta el 7 de diciembre. El material ha sido cedido por Luis Gasca, donostiarra amante del cine y coleccionista de más de 8.000 comics que, ya adelanto, protagonizará el próximo artículo de Galería Orión. La sala acoge diverso material relacionado con Drácula (postales, posters, fotogramas de películas, comics, viñetas, vídeos y pases de algunas películas y series). Bram Stoker creó un guerrero con trasfondo romántico cuya crueldad como empalador se ve corregida y aumentada por la sed de venganza y posterior maldición tras su drama amoroso, pero la versatilidad de Drácula supera la de todos sus compañeros en la galería de los horrores proporcionada por el cine y la literatura. No hay más que echar un vistazo al material de esta exposición para observar las múltiples derivaciones de Drácula, que se extienden como tentáculos a lo largo del imaginario de lo fantástico. Su faceta sexual queda perfectamente plasmada y destaca la portada de una película setentera que reza “Las aberraciones sexuales del Conde Drácula”, clasificada S y en la que aparece una moza lozana cuyo seno queda oportunamente oculto por una de las alas de un murciélago vampiro. También se observa la carátula del vídeo ¡Drácula, muérdeme abajo! cuyo título delata el desparpajo con el que se desenvulve el príncipe de las tinieblas en sus salidas nocturnas. Son estas historias donde Drácula se zambulle en el elemento erótico festivo, con capa y todo, en un ejercicio de buscar lazos entre el miedo y el sexo, de circular por los túneles que conectan los instintos primarios. Hay que reconocerle a Drácula esta versatilidad que no tiene cualquier otro monstruo. No es fácil imaginar al aparatoso Frankenstein (el basto ropaje y los zapatones no ayudan) moverse sobre el jergón con semejante soltura, aunque me viene a la memoria “El jovencito Frankenstein”, película en la que Mel Brooks perfiló una criatura capaz de ir más allá de ortopédicas relaciones amorosas y cuyas hábiles maniobras, lejos de ser grotescas, eran saludadas con incontenible jolgorio por parte de su afortunada compañera.
Por último, la muestra de Okendo recrea toda la versatilidad de Drácula con la presentación de flashes como el personaje de Condemor encarnado por Chiquito de la Calzada, el Drácula de Leslie Nielsen, el abuelo de los Monster y otras parodias más o menos afortunadas. Es ese Drácula tan versátil y caricaturesco que tanto juego otorga, heredero de ese original de Bram Stoker que no hay que olvidar.
Desconozco si existe la versión del Drácula nazi, pero esa forma de salir del ataúd…
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